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6.1.16

Si algo se desvanece, pedirlo a Los Reyes Magos


En estos tiempos del todo ¡ya! ¡ahora! la paciencia de los miniaturistas de la Edad Media o la de los científicos del S. XVII Y XVIII para repetir muchas veces un experimento hasta lograr el éxito, parece desvanecerse paulatinamente.

Años atrás no había tantos divorcios. Existía más tolerancia con los defectos del otro, menos individualismo y en especial más paciencia. Hoy nos falta paciencia. Es buena la definición que leí hace poco: “paciencia es llevarse bien con el tiempo”. Es decir, no querer todo ¡ya, ahora! Vivimos en una sociedad que pretende conseguir todo “ahora mismo” y de “primera calidad”. Esta actitud trasladada al matrimonio y a las relaciones familiares, ocasiona distorsiones en la familia.

Muchos creen que iniciar un proyecto de familia es muy fácil, algo mágico porque tienen todavía el amor romántico a flor de piel. Desconocen que los primeros años de matrimonio suponen un ajuste importante en ambos y en la relación, razón por la cual la paciencia juega un importante papel. El esfuerzo por congeniar, por ceder y equilibrar la vida en común es menor ahora que hace unos años. No tenemos paciencia para buscar y encontrar soluciones en las dificultades que se presentan en el día a día.
Hay temperamentos a los que no les resulta difícil ser paciente y entender que el otro tenga defectos: saben ser misericordiosos con los fallos ajenos. Sin embargo, otro tipo de personalidades explotan a la menor contrariedad, no tienen paciencia o tienen muy poca.

¿Saben que a cultivar la paciencia se aprende Se aprende como actitud que facilita aceptar contratiempos, imprevistos y buscar soluciones consensuadas. El amor no excluye los defectos ni las contrariedades pero la paciencia es una semilla mágica para que los vínculos crezcan y fortalezcan.

“Ser paciente” es despertar la empatía, la amabilidad, la tranquilidad, la paz. No es cruzarse de brazos sin hacer nada y simplemente esperar. “Ser paciente” es saber reprimir los arranques de mal humor y esperar con paz los óptimos momentos para desahogar un enojo: no es lo mismo que dejar de corregir lo que puede mejorarse.

Paciencia tampoco se identifica con amar los defectos del otro, sino quererlo con sus defectos, a pesar de ellos y ayudarse mutuamente a superarlos. Ello supone tiempo. Recordemos que paciencia es llevarse bien con el tiempo, no querer que el otro mañana ya haya cambiado lo que nos molesta o lo que perjudica la convivencia armónica.

Durante los meses del noviazgo se cimentan los pilares que servirán de fundamento para la construcción duradera de una familia. Con el “sí, quiero” se pone una primera y sólida piedra como basamento firme. Pero es en el día a día cuando se van colocando armónicamente nuevos ladrillos y conquistando la madurez de la relación. De ahí la especial importancia de una mirada misericordiosa y paciente en los primeros meses de vida en común.

La madurez del amor matrimonial supone adaptación a los tiempos fisiológicos y psicológicos del otro. Es necesario el esfuerzo del hombre y la mujer. Las actitudes más recomendables para avanzar en esa conquista son: no centrar el éxito de la comunicación sólo en lo sexual (es un aspecto importante pero no el único ni el primordial), poner comprensión al ir descubriendo los defectos del otro, moderar la impaciencia y contar con el tiempo y el mutuo esfuerzo para consolidar el amor románico.
Así éste, sin desaparecer, da lugar a un amor más maduro, misericordioso y perdurable.El siglo XXI necesita matrimonios pacientes para devolver al mundo la sonrisa perdida.

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