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16.8.16

¿Dar la vida por los hijos?

Los padres de familia suelen decir que por sus hijos darían la vida. Pero es rarísimo que tengamos que tomar esa opción extraordinaria. Lo que sí es asunto de vida diaria es el vivir la vida por los hijos, en familia.
 

Los hijos merecen vivir en un hogar donde su padre y su madre cumplen con el compromiso asumido ante la sociedad (quienes se han casado civilmente), o ante la sociedad y Dios (los casados por la Iglesia). No ayuda a su maduración y crecimiento verlos a cada uno por su lado.
 

El matrimonio es más, mucho más que un contrato civil. Es un compromiso adquirido voluntaria y conscientemente ante la propia conciencia -y los creyentes también ante Dios- para toda la vida, para siempre.
 

El divorcio civil es un trámite que anula un contrato civil, pero no el compromiso humano adquirido: éste es irrenunciable, especialmente cuando tenemos hijos. Cuando surgen los conflictos conyugales -puede asombrar a nadie- debemos buscar superarlos, sin destruir la
vida matrimonial y familiar. La superación de conflictos matrimoniales crónicos no es fácil, ni para los cónyuges ni para las familias de ambos. Mucho menos para los hijos.
 

¿Estamos dispuestos de verdad a dar la vida por nuestros hijos? Si es afirmativo, antes tenemos que estar dispuestos a vivir la vida por ellos: día a día, en familia. Por ellos debemos superar los conflictos. No podemos huir de esa responsabilidad aun estando frustrados, cansados o enojados. Es cuestión de amor, de escoger entre al amor a sí mismo, que puede ser egoísta, y el amor debido a quienes hemos traído a la vida y a quien nos comprometimos amar hasta que la muerte los separe, con uss defectos y metidas de pata.
 

El divorcio es un trámite de Derecho Civil pero, para un cristiano no es válido para dar por finalizado un compromiso de vida. En algunos casos la separación es la triste solución ante fallas o problemas diversos, pero ello no rompe ni acaba con el compromiso adquirido de por vida. El matrimonio sigue vigente.
 

Antes de una separación, hay que poner todos los medios para restaurar lo roto, para conservarlo prometido. Se puede lograr mucho más de lo que a primera vista parece si ponemos en juego honradez y pasamos por encima del individualismo. Si perdonamos y pedimos perdón, si dialogamos, buscamos ayudas y recomenzamos. Esto sí es “dar la vida” por los hijos.  



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