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Familia: matrimonio, hijos, hermanos, abuelos

 ¿Es posible hablar de familia cuando no hay presencia de hijos? ¿Cuándo se forma una familia, con el matrimonio o con el nacimiento del primer hijo?

Al hacer estos comentarios hay que diferenciar el punto de vista de ciertas corrientes sociológicas  positivistas y reduccionistas, así como las constructivistas, y la visión de una correcta antropología personalista.

El auge de algunos fenómenos como la cohabitación, el divorcio, la contracepción o los intentos de cambiar la definición del matrimonio conduce a la consideración de que un matrimonio sin hijos no es familia. Pero así como un grupo de hermanos viviendo solos es una familia, un matrimonio sin hijos, lo es. 

La persona humana es un ser familiar por definición, entendiendo por familiar lo opuesto a la soledad.


La definición de una familia implica un lazo consanguíneo, y una relación recurrente, entre las partes del sistema familiar. 

El hecho de no poder tener hijos, o no tenerlos por voluntad, no es determinante para decir que un matrimonio no es una familia.

El primer vínculo familiar es el amor personal. Cuando se da verdadero amor entre un hombre y una mujer que les conduce a formar un vínculo permanente y exclusivo, se forma una familia. Después podrán llegar o no los hijos, pero ya está establecido el principal fundamento de la familia. Lo importante para poder considerar familia a un matrimonio sin hijos, es su disposición interior de apertura interior a la transmisión de la vida, como consecuencia natural de su mutuo amor, que de por sí es expansivo y llama a perpetuarse en el hijo

Dijo Benedicto XVI en el Encuentro de las Familias (Valencia 2006): Dios, que es amor y creó al hombre por amor, lo ha llamado a amar. Creando al hombre y a la mujer, los ha llamado en el matrimonio a una íntima comunión de vida y amor entre ellos, “de manera que ya no son dos sino una sola carne” (Mateo 19,6).

También es familia un matrimonio sin hijos. O porque no han llegado a tenerlos todavía, o porque no pueden llegar (por ejemplo en un matrimonio de mayores), o porque los hijos ya crearon su propio hogar.

El corazón de la familia es el matrimonio, a cualquier edad; es el amor del hombre y la mujer. Los hijos, naturales o adoptados, serán una bendición, un regalo de Dios, si llegan. Y, si no llegan, el regalo de Dios será la mutua entrega de estos dos seres, apoyados uno en el otro, caminando juntos hacia la plenitud del encuentro con la Familia Trinitaria.

Existe “un plan de Dios sobre el matrimonio” que es anterior a cualquier decisión personal. “Ese plan divino, al igual que el don del matrimonio, es algo que recibimos; no es un invento que moldeamos a nuestro antojo para adaptarlo a los propios deseos”.



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