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17.1.24

Protagonistas: los abuelos

La sociedad narcisista en la que vivimos valora la eficacia y da culto a lo joven, bello y hermoso. La vejez es un contravalor y no se estima la “sabiduría del corazón” que representan los años. 

Debido a esta cultura y a otros factores sociales, en ocasiones, los ancianos son para algunos hijos una carga que se pasan de unos a otros y muchos terminan desamparados. Sin embargo, en esta misma sociedad, los abuelos son más protagonistas de lo que parece, pues no pocos de ellos son actualmente una ayuda imprescindible para aquellas parejas de matrimonios jóvenes que, abocadas al trabajo fuera del hogar tanto el marido como la mujer, ven en sus padres el mejor seguro de la educación de sus hijos. Cada día un abuelo o abuela recoge a su nieto a la salida del colegio. Ayuda en tareas domésticas de la familia de sus hijos. 

Esta generación de personas mayores se forjó en los años duros donde todavía no había aparecido la llamada sociedad del bienestar. No tuvieron las comodidades que gozan hoy sus nietos, ni las posibilidades culturales y educativas que tienen sus hijos pues muy pronto conocieron la dureza del trabajo para traer dinero a casa. Son hombres y mujeres hechos a sí mismos, autodidactas, sacrificados, capaces de un aguante sobrehumano y de las más heroicas renuncias. Precisamente son ellos quienes están desempeñando una labor supletoria en la transmisión de la fe y de los valores que han configurado la institución natural de la familia. Por esto y por otras muchas razones, los abuelos siguen siendo un gran tesoro de humanidad en todas las tradiciones culturales.


                                                                                                                        Por Mons. Juan del Río Martín 
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8.1.24

Disfrutar del sol y prevenir tanorexia

En Europa, Estados Unidos y Australia, existen líneas de camisetas, mallas y gorras fotoprotectoras pensadas para bloquear más del 97,5% de la radiación UVA y UVB. Se recomiendan para deportistas y personas que pasan mucho tiempo al aire libre expuestas al sol.

Mis hijas y nietas, como la mayoría de personas jóvenes rayan a veces en la tanorexia u obsesión enfermiza por estar bronceadas. Asocian tomar sol a full, con vacaciones. En efecto, exponer al sol el cuerpo adecuadamente protegido como recomiendan los médicos, tiene beneficios físicos y psíquicos: fortalece los huesos, ayuda a dormir mejor pues los rayos UV influyen en la producción de melatonina, hormona que regula los ciclos de sueño. También favorece la producción de vitamina D y ésta estimula la producción de serotonina, neurotransmisor que tiene estrecha relación con la sensación de bienestar. Pero ¿es necesario tomar el sol desnudos para beneficiarse?

Verónica, mi nieta quinceañera, nos contó las declaraciones de una top model a la prensa: "No me animo a hacer nudismo. Este verano quiero lanzarme al topless, pero aún no encuentro la playa justa". En una ronda playera de estos días, nos costó consensuar sobre el término "naturista" ¿se identifica con nudista? Al cabo de una hora de disquisiciones, llegamos a un acuerdo: naturistas son quienes adhieren al naturismo y preconizan el empleo de agentes naturales para conservar la salud y tratar las enfermedades. La conversación derivó en la acción del sol ¿ayuda o no a prevenir enfermedades?

No es fácil convencer a los jóvenes de que tomar sol de manera imprudente y en exceso puede causar enfermedades e incrementar notablemente el riesgo de cáncer de piel. Resulta mucho más sencillo que entiendan la inutilidad de tomarlo desnudos para lograr las ventajas de asolearse. ¿Por qué? Por la sencilla razón que declaró la top model: para hacerlo hay que "lanzarse", saltar la barrera del pudor, elemento natural en todas las culturas del planeta, aunque sean diferentes sus manifestaciones o se den tergiversaciones extremas como en ciertas zonas islámicas donde se obliga a la mujer a bañarse con burka.

El pudor protege a resguardo de los demás la intimidad corporal. El cuerpo de las personas no es un objeto sin más: es instrumento para manifestar nuestra interioridad a los demás. Descubrirlo por completo sólo tiene sentido cuando se hace ante quien es oportuno: la madre, el marido, el médico. Si bien hay grupos polinesios o africanos que nunca usan prendas de ropa, ¿es suficiente para generalizar la bondad de esta práctica y escudarnos en que "otros lo hacen"? ¿actuamos del mismo modo con el uso del burka?

La belleza profunda de una persona sólo se percibe mirándole a los ojos, espejo de su alma. Gocemos del verano y del sol: ese astro que los astrónomos califican de estrella compuesta de hidrógeno y el helio y los biólogos consideran una fuente de vida. Disfrutemos del sol y sus beneficios para la salud corporal sin sustraernos al sabio parecer de Víctor Hugo que definía al pudor como "epidermis del alma".  Enseñemos a los hijos a proteger el cuerpo y ayudarlos a cuidar de su intimidad.

Ana María Abel Mag. Ciencias Familiares

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