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12.7.14

El apego paterno, vínculo desde la concepción


Pocos padres que el domingo celebran su día -comercial… sí, por eso démosle ahora un toque antropológico-, conocen la importancia de su acción para el hijo desde la fusión del óvulo y el espermatozoide. 

Desde ese instante, el de la concepción, hay paternidad biológica y psicológica. Una paternidad ineludible, sépase o no, figure y actúe el padre como tal o no.

Luis Pedro explica: Rosina dice que tengo que ayudarla y me desespero pues no sé cómo agarrar al bebé, no sé lavarlo ni cambiarlo. Su amigo Pancho, con tres hijos en su haber lo tranquiliza: nadie sabe sin que algún bebé se lo haya enseñado, relajate, tu hijo será precisamente tu maestro. 


Luis Pedro y Pancho pertenecen a la nueva generación de papás que ni se plantean que el cuidado
material del bebé sea exclusiva tarea de la madre. Simplemente unos lo hacen con mayor habilidad que otros. Van adquiriendo seguridad a medida que añaden al sentido común, una dosis de buena voluntad. La práctica hace el resto.


El recién concebido y después como recién nacido, esa personita indefensa precisa de los cuidados materiales de ambos progenitores para lograr un óptimo desarrollo físico, afectivo e intelectual. Existe además una razón científica que a veces se pasa por alto: el niño ha tenido presente a su padre desde el momento de la concepción. 


En la íntima y constante colaboración que produce su aporte celular al óvulo fecundado, en la rápida y progresiva multiplicación celular que lo convierte en cigoto primero, en embrión después y luego en feto anidado, ya está el padre actuando con su aporte genético: él ha hecho posible la incipiente vida. 


Tener presente esta realidad ayuda a los papás a sentirse más seguros a la hora de cuidar materialmente al recién nacido y repartir responsabilidades con su esposa según las preferencias de cada uno. 


Investigadores de la California State University han presentado sus conclusiones en la Convención Anual de la Sociedad Americana de Psicología. Entre ellas, destaca la que afirma que los hombres que han tenido un mayor apego paterno manejan mejor su estrés y ansiedad. Los que tuvieron relaciones paternas pobres, tendrían un 4% más de riesgo que el resto de hombres de tener mal genio. 

A un bebé no se lo conoce bien si no se le ha tenido mucho en brazos, si no se le ha cambiado, bañado, si no se ha jugado con él a esos infinitos juegos que provocan risas, balbuceos y grititos de felicidad. Esas actividades alimenticias, higiénicas y lúdicas aunque parezcan triviales, le permiten aprender a ser uno más de nosotros y a la vez alguien individual y diferente a todos: único.


Los dos primeros años son cruciales en la vida de una persona. Es cuando incorpora la mayor cantidad de información acerca de lo que sucede a su alrededor. Si el padre no está y no interactúa mucho, la figura paterna no figurará entre sus adquisiciones tempranas y perderá la oportunidad de tener la impronta paterna en sus matrices originales (las que graba en los primeros días e incluso en las últimas semanas de su vida intrauterina). 

Cuando el padre está activamente presente también sale ganando él, pues no se pierde esa maravillosa e irrepetible etapa de su hijo.

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