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23.11.24

Factor decisivo: los padres

La falta de hermanos no define el futuro del niño. El factor decisivo es la actuación de sus padres.

Sofía es hija única y mamá de tres niñas: "El deseo de tener un hermano recién desapareció al convertirme en madre. Mis padres trabajaban y, aunque iba unas horas al jardín, tuve que aprender a jugar sola. Era el centro de las miradas de la familia en lo bueno y en lo adverso. Mis padres me educaron en la toma de decisiones a medida que iba creciendo. Eso me ayudó a desarrollar un sentimiento de autoestima que me ha posibilitado logros a lo largo de las otras etapas evolutivas".

Jorge también es hijo único: "De chico añoraba un hermano con quien patear la pelota, ir de vacaciones y compartir la Navidad. Esas son las situaciones en que recuerdo con mayor claridad el sentimiento de soledad y el deseo de tener hermanos. La Navidad cobró un sentido distinto al casarme y a medida que llegaban mis hijos. Cuando ahora los veo jugar juntos fomento mucho la fraternidad, manifestándoles cuánto vale lo que tienen."

Algunos problemas que puede experimentar el hijo único como el consentimiento, la sobreprotección, la introversión, no son sólo características de los hijos únicos. Estos niños pueden experimentar un desarrollo tan positivo como los que tienen hermanos.

Gabriela Ensinck, psicóloga, considera que el hecho de ser hijo único no define por sí solo el futuro de un niño. El factor decisivo es la actuación de sus padres.

Crecer en una familia siendo hijo único priva de situaciones de conflicto, colaboración, visualización de diferencias sexuales, etc. que preparan para la vida fuera del núcleo familiar donde hay que enfrentar realidades muchas veces contrarias al propio gusto e interés. Quien no ha tenido la posibilidad de compartir con hermanos, por lo general es más autosuficiente, cree que puede solo y cree que no necesita ayuda de nadie. Espera inconscientemente que lo consideren de manera especial, por eso de adulto puede costarle ser tratado igual a otro compañero de estudio o trabajo. Le es difícil incorporar la idea de que no todo debe ser a su medida, o como él lo disponga. 

La experiencia de compartir con hermanos un status igualitario capacita para manejarse en la adultez en distintos ambientes. Prepara para tener una visión más amplia en todas las situaciones de vida cotidiana, para ponerse en el lugar de los demás, aceptar las normas de convivencia respetando los sentimientos y opiniones de otros. Suelen ser personas más realistas y objetivas ya que han vivido situaciones normales de rivalidades, conflictos y peleas entre hermanos.

A partir de los lazos fraternos se dan numerosos aprendizajes que perduran toda la vida y otorgan a los padres la tranquilidad de saber que sus hijos, cuando ellos ya no estén, se tendrán unos a otros. Más allá de cómo se lleven, tienen la misma sangre y la sangre tira más que una amistad por estrecha que sea.

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