Cada vez más las mujeres mantienen el apellido de solteras. Sienten que cambiarlo sería como perder su identidad.
En
algunos países las mujeres, al casarse, mantienen la costumbre de cambiar su
apellido de soltera por el de su marido o colocar el prefijo "de" en
el medio de los dos. En otros, se suele usar un guion entre el apellido de
soltera y el del hombre a quien dimos nuestro "sí".
Estas
tendencias parecen estar en vía de extinción. Cada día más mujeres mantienen su
apellido de solteras al casarse y no se plantean anexar el del marido. A muchos
hombres les parece justo que la esposa no lleve su apellido, pero se sienten
satisfechos si optan por agregar el "de".
Verónica
Peña, consultora familiar explica cómo, antes de la revolución sexual de los años 60
las mujeres adoptaban el apellido de su marido como señal del estado civil o
para expresar la primacía de sus valores al formar una familia cuya cabeza era
el varón: "Adoptar el apellido del marido permitía conformar sentimientos
de pertenencia en la unidad familiar, identificándose junto a sus hijos bajo la
figura del padre. Los valores morales conducían a que una mujer debía estar
casada para convivir junto a un hombre". Peña también señala que
"ahora, la mujer insertada en el ámbito laboral antes de casarse, suele
mantener el apellido con el cual se ha abierto campo profesionalmente".
El
tema del apellido de casada es una decisión muy personal que suele pasar por
las costumbres y modas. Muchas mujeres utilizan el apellido de su marido sólo
por estatus, algunas lo hacen porque están muy orgullosas de manifestar su
condición de casadas y otras para que conste su condición frente a los
compañeros de trabajo y librarse así de algunos tipos de acoso.
Elisa
comenta: "No quise modificar mi apellido al casarme porque me parece una
pérdida en mi identidad como mujer. El prefijo `de` me suena raro. Siento que,
ante la ley y los demás, no soy `de` nadie aunque sí en mis sentimientos y mis
responsabilidades". Carina piensa que depende mucho del tipo de relación
que se tiene con el esposo: "Orgullosamente soy `de` González: mi
identidad no se ha visto afectada pues me casé para toda la vida, llevo 20 años
con mi marido y vislumbro que aún me queda mucho de vida con él. Utilizar el
`de González` refuerza quien soy pues somos con mi marido un `nosotros`".
Patricia se plantea: "Ninguno de nuestros maridos anexa nuestro apellido
al suyo. ¿Acaso perderían su identidad si modificaran su apellido o será que
ellos no hacen una entrega total al casarse?"
Por
estas y muchas más razones, en este tema no está dicha, ni mucho menos, la
última palabra. Lo que sí queda claro cuando una madre firma con su apellido y
el de su marido, es que los hijos son de los dos.
Ana María Abel Mag. Ciencias Familiares
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