En toda familia hay borrascas de ira o de tristeza pero en una familia funcional, pasada la tormenta, se recupera esa alegría que dura siempre por florecer sobre un terreno sembrado de disponibilidad hacia los demás: no se basa en la posesión de cosas, poder o placeres.
Juan Bautista
Torrelló, psiquiatra, en su libro Psicología Abierta denomina a la falta de
alegría como herejía vital. Porque la
alegría es afirmación de la vida.
Las personas
nobles y sanas pueden, por motivos proporcionados, estar a veces sombrías o
coléricas. Pero nunca tristes.
La alegría
vital compuesta de prontitud, disposición a mojarse, elasticidad y agilidad
mental para empatizar con los demás, de pedir perdón y perdonar, se forja al
recomenzar siempre.