Hoy, un chico menor de 18 años, mientras mira la tele suele hablar por celular, navegar por Internet y hacer tareas escolares o liceales. Solo 20% usa un medio a la vez.
Diariamente comprobamos cómo nuestros chicos precisan del acompañamiento sonoro hagan lo que hagan: estudiar, conversar, correr. Esto causa estragos no solo de contaminación acústica, sino también en su modelo de pensamiento y actuación.
Cuando el ruido se instala en nuestras vidas provoca una actividad agobiante de la que no somos conscientes. En la última década se ha triplicado el sonido recreativo, nos hemos acostumbrado a la estridencia del tránsito, de la televisión y de los múltiples aparatos de reproducción de música. También a los exagerados decibeles de nuestras propias voces pues, para entendernos debemos alzarlas.