

Ni el cansancio físico o psíquico, ni enfermedades,
escasez de dinero o tirantez con las familias políticas son necesariamente
luces rojas de una crisis matrimonial. Pueden pasar años donde estas
situaciones resultan llevaderas y de pronto, empezamos a sentirlas como un
peso.
No es grave si hay sinceridad con nosotros mismos y con
el otro; simplemente son obstáculos y sortearlos juntos, une más que la pasión
de los primeros años. Las señales de alarma se encienden si permitimos que se
instalen respuestas groseras, monosílabos o silencios tensos, ausencias
prolongadas o distanciamiento de las relaciones íntimas y en especial las
faltas de respeto.
Muchos creen que las discusiones y peleas son indicadores
de que "esto no da para más". Los expertos consideran y la
experiencia demuestra, que son uno de los mejores
indicadores de la salud de
una relación. El gran "quid" está en hablar a tiempo de todo aquello
que incomoda para buscar juntos soluciones recurriendo, de ser necesario, a
especialistas en temas matrimoniales y no sólo sexuales.
José Benigno Freire, psicólogo español explica desde su
experiencia terapéutica cómo, tanto desde el punto de vista antropológico como
psicológico, el matrimonio posee una espontánea tendencia a no tener plazo, a
ser para siempre: el amor a plazo fijo es contradictorio con la propia fuerza
natural del amor: "El puro sexo sí puede tener fecha de caducidad. Pero la
decisión voluntaria expresada en el registro civil y, en su caso en la Iglesia,
de compartir totalmente la vida -que eso es el matrimonio- no puede tener fecha
de caducidad a priori".
Al casarnos asumimos un compromiso: "prometo serte
fiel en lo próspero y lo adverso, en la salud y la enfermedad y amarte y
respetarte todos los días de mi vida". En la práctica puede dar la
impresión de que la promesa fue diversa: "prometo serte fiel en lo
próspero pero no en lo adverso, en la salud pero no en la enfermedad, y amarte
y respetarte sólo cuando lo merezcas".
Hoy en día se llama amor a muchos "seudo
amores", y muchos amores no sentidos reciben el nombre de
"desamor". Lo entendió bien aquel marido cuando en el quinto
aniversario del casamiento regaló a su mujer su fotografía con esta frase:
"ámame cuando menos lo merezca, porque será cuando más lo necesite".