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28.2.24

Mamá, mujer, educadora, ingeniera, científica, extensionista, poeta y bruja

                                                            




Soy Julia: mamá, mujer, educadora, ingeniera, científica, extensionista, poeta y bruja, entre otras cosas.

Me formé en la universidad pública como ingeniera química, siendo una de las primeras mujeres de mi familia en lograr un título de grado; pero no fue tempranamente que pude iniciar mi doctorado, el cual me abrió la cabeza y el alma.

Fue recién a mis 35 años, con dos criaturas pequeñas, en esas vueltas de la vida en que una tiene que reconstruirse. Retomar la vida profesional con dos crianzas pequeñas —con una de ellas en proceso de diagnóstico de una condición como es el autismo— es algo que no es visible. ¿Cómo se hace en estos tiempos para poder ver lo singular de cada persona? 

Seguir leyendo:  Testimonio de Julia


21.2.24

¿Normas o límites?

Las normas facilitan las conductas positivas.  Los límites sugieren algo rígido y sancionable.

Casi siempre, cuando se toca el tema de la educación de los hijos existe la tendencia  a hablar de límites : "estos chicos no tienen límites" o "a fulanito no hay quien le ponga límites". La palabra límite alude a una línea que marca la separación entre un terreno y otro, sugiere algo rígido e inamovible. Traspasarlo casi siempre merece una sanción. En educación familiar me gusta más hablar de normas.

Una norma puede ser útil en un determinado momento; en otro será necesario revisarla y ajustarla puesto que, la vida y especialmente la vida familiar, es muy dinámica. Las normas, si explicamos los por qué de las mismas, ayudan a los hijos a tener criterios claros sobre lo que se debe hacer y lo que no.

Cuando transitan la primera y segunda infancia van surgiendo espontáneamente entre ellos normas a través del juego, el uso del baño, la habitación compartida, los juguetes y, sobre todo, por el hecho de tener el mismo papá y la misma mamá: ¡me toca mí!, vale hacer esto… no vale hacer esto otro. Estas normas o costumbres naturales, que son fruto de la estrecha convivencia entre hermanos, no podemos dejarlas a su arbitrio. Si no son convenientes o justas, debemos mediar con nuestra autoridad paterna y, según el caso, dar explicaciones. La intervención paterna implica que, en vez de limitarlos, les abrimos las puertas de la inteligencia y de la voluntad al tiempo que educamos sus sentimientos.

¿Quién es partidario de menos límites y más normas? Porque cuando queremos señalar un límite casi siempre empezamos con la palabra "NO" y nuestras indicaciones fácilmente resultan ineficaces.

Al establecer y explicar una norma empezando la frase con expresiones claras y positivas, facilitamos su comprensión y vivencia. Vale la pena establecerlas en la familia, ayudar a su cumplimiento, respetarlas nosotros y modificarlas según las circunstancias.

Todo esto da pie, según las edades, a fructíferos diálogos entre padres e hijos. Reservemos la palabra "no" para ocasiones puntuales en las que es perentoria y entonces, pronunciémosla con la serenidad que otorga el amor: de esa manera se torna mágica.

Ana María Abel Mg. Ciencias Familiares

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