Las normas facilitan las conductas positivas. Los límites sugieren algo rígido y sancionable.
Casi siempre, cuando se toca el tema de la educación de los hijos existe la
tendencia a hablar de límites : "estos chicos no tienen límites" o "a
fulanito no hay quien le ponga límites". La palabra límite alude a una
línea que marca la separación entre un terreno y otro, sugiere algo rígido e
inamovible. Traspasarlo casi siempre merece una sanción. En educación familiar
me gusta más hablar de normas.
Una norma puede ser útil en un determinado momento; en otro será necesario revisarla y ajustarla puesto que, la vida y especialmente la vida familiar, es muy dinámica. Las normas, si explicamos los por qué de las mismas, ayudan a los hijos a tener criterios claros sobre lo que se debe hacer y lo que no.
Cuando
transitan la primera y segunda infancia van surgiendo espontáneamente entre
ellos normas a través del juego, el uso del baño, la habitación compartida, los
juguetes y, sobre todo, por el hecho de tener el mismo papá y la misma mamá:
¡me toca mí!, vale hacer esto… no vale hacer esto otro. Estas normas o
costumbres naturales, que son fruto de la estrecha convivencia entre hermanos,
no podemos dejarlas a su arbitrio. Si no son convenientes o justas, debemos
mediar con nuestra autoridad paterna y, según el caso, dar explicaciones. La
intervención paterna implica que, en vez de limitarlos, les abrimos las puertas
de la inteligencia y de la voluntad al tiempo que educamos sus sentimientos.
¿Quién es
partidario de menos límites y más normas? Porque cuando queremos señalar un
límite casi siempre empezamos con la palabra "NO" y nuestras
indicaciones fácilmente resultan ineficaces.
Al establecer
y explicar una norma empezando la frase con expresiones claras y positivas,
facilitamos su comprensión y vivencia. Vale la pena establecerlas en la
familia, ayudar a su cumplimiento, respetarlas nosotros y modificarlas según
las circunstancias.
Todo esto da pie, según las edades, a fructíferos diálogos entre padres e hijos. Reservemos la palabra "no" para ocasiones puntuales en las que es perentoria y entonces, pronunciémosla con la serenidad que otorga el amor: de esa manera se torna mágica.
Ana María Abel Mg.
Ciencias Familiares