Diciembre es un mes para abrir los ojos, prestar atención, volver a centrarse y tomar conciencia del para qué de nuestras vidas. Con frecuencia, las cosas, las cualidades, los regalos o las personas que buscamos y deseamos dicen mucho sobre quiénes somos realmente: ¡Dime qué esperas y te diré quién eres!
La preparación de la Navidad despierta en nosotros, a la manera como un despertador o el celular despierta a su dueño, la conciencia de un riesgo: el de dormirnos en nuestras aspiraciones.
En pocos días
más viviremos unas "noches de paz, noches de amor" y pueden ser
ocasión de rectificar si vivimos este tiempo previo como oportunidad de
cambios: finalicemos con una enemistad, hagamos las paces, busquemos a un amigo
olvidado, despejemos la sospecha y sustituyámosla por la confianza, escribamos
una carta de amor, alentemos a los jóvenes a tener confianza en sí mismos y
sepamos mantener o restaurar una promesa.
El tiempo
vuela, las fiestas se nos vienen encima: ¡calma! Respondamos con dulzura,
aunque espontáneamente no nos salga, encontremos tiempo y tomémonos tiempo. No
guardemos rencor. Perdonemos y pidamos perdón si nos hemos equivocado.
Escuchemos más a los otros. Tratemos de comprender. No seamos envidiosos.
Compartamos nuestros pequeños tesoros: sonriamos un poco ¡sólo un poquito más!
Seamos agradecidos. Vayamos a la iglesia.
Son
sugerencias para alegrar el corazón de nuestros hijos y el de otros familiares.
Entonces el nuestro propio rebosará de paz. Así será posible vivir
efectivamente "noches de paz, noches de amor".
Mag. Ana María Abel Publicado en El País Digital 5 de diciembre 2008
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