
El interés de esta investigación no afecta tanto a la ciencia como al hombre de la calle. Se conoce desde antiguo la influencia de lo emocional sobre lo fisiológico y cómo tanto las emociones positivas como las negativas influyen en la salud. Las perturbadoras hacen más
vulnerable al sistema inmunológico y las positivas son un beneficio para nuestro organismo.
Es pues más fácil de lo que pensamos ayudarnos a nosotros mismo procurando emociones positivas, por ejemplo en nuestro ámbito laboral o cuando estamos lejos de casa por trabajo o estudio. También cuando el estrés llama a la puerta. No es vano sentimentalismo ni cursi ni "demodé", colocar rostros queridos sonrientes en nuestro escritorio o como protector de pantalla de la computadora. A través de la inercia de una cartulina o el movimiento del monitor, esas imágenes, subliminalmente activan nuestros neurotransmisores que, sólo Dios sabe cómo, merced a que la persona es tridimensional (cuerpo, afectividad y racionalidad) nos facilitan emociones positivas.
El que quiera o lo prefiera, que realice complejos razonamientos para modificar su conducta e influir en la afectividad. Pero ahora también tenemos a mano algo tan sencillo, algo que el cariño siempre ha intuido y ahora la ciencia apoya. Cuando en ocasiones, nuestra torpeza mental, las preocupaciones o la ansiedad no nos permitan razonar, abramos los ojos del cuerpo y las ventanas del corazón: miremos simplemente la imagen de nuestros seres queridos.
Goleman propone que el pesimismo conduce a la depresión, que a su vez interfiere en el sistema inmunológico con la consiguiente vulnerabilidad a las enfermedades; el optimismo, conduce y sostiene la esperanza. Asimismo investiga si las emociones positivas son beneficiosas a la hora de la recuperación de la enfermedad.
Una vez demostrado que la visión de fotografías de seres queridos causa efectos positivos ¿qué esperamos para renovar las que llevamos en la billetera, para colocarlas en la computadora o comprar un portarretratos más grande?
Goleman propone que el pesimismo conduce a la depresión, que a su vez interfiere en el sistema inmunológico con la consiguiente vulnerabilidad a las enfermedades; el optimismo, conduce y sostiene la esperanza. Asimismo investiga si las emociones positivas son beneficiosas a la hora de la recuperación de la enfermedad.
No lo olvidemos: la visión de seres queridos causa efectos muy positivos.