El sábado 18 de octubre finalizó en Roma la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos. Francisco la presidió sin intervenciones especiales y con mucha escucha. Participaron obispos católicos de todo el mundo junto a delegados de otras confesiones cristianas. También asistieron numerosos laicos, hombres y mujeres casados y expertos en diferentes disciplinas. Esta heterogénea participación iluminó desde todos los ángulos la realidad familiar, en vistas al 14º Sínodo General Ordinario. El mismo se celebrará en octubre del 2015.
¿Qué pasará hasta entonces con los temas surgidos ahora? Sucederá algo muy bueno para la familia del mundo entero, no solo la de los creyentes: los documentos finales de la Asamblea de 2014 serán
leídos, re leídos, estudiados, rezados y confrontados con las realidades sociales, morales y religiosas donde se desarrolla la familia en los 5 continentes.
¿Todo ese trabajo, para qué? Para iluminar con luces nuevas, adecuadas y más potentes, el acompañamiento, la prevención y las ayudas a todas las familias del mundo puesto que los cambios culturales de este tiempo, no siempre colaboran para comprender y descubrir toda la potencialidad del gran bien social que es la familia. Para despertar a personas, gobiernos y comunidades internacionales del letargo en que se encuentran cuando no ven la belleza del amor humano y familiar, la alegría de la donación gratuita, el consuelo del perdón.
Al finalizar la
etapa de 2014, se ha leído un mensaje de la Asamblea dirigido al mundo entero.
Inicia manifestando admiración y gratitud por el testimonio cotidiano de
fidelidad, fe y amor de familias de los distintos continentes y en particular
de aquellas que siguen a Cristo.
Los desafíos
y las esperanzas respecto a la familia son comunes, no conocen fronteras de
raza, lengua o nación, aunque sí se dan circunstancias agravantes en muchos
continentes y sociedades. La vida familiar suele estar marcada por el
debilitamiento de los valores, el individualismo que empobrece las relaciones,
el stress de una ansiedad que descuida la reflexión serena. No pocas crisis
matrimoniales se afrontan de manera superficial, sin la valentía de la
paciencia, del diálogo sincero, del perdón recíproco, de la reconciliación y
del sacrificio.
En contra
parte es admirable la fidelidad generosa de muchas familias que sufren pero no
se abaten ante un hijo con capacidades especiales, una enfermedad grave, el
deterioro neurológico de la vejez, la muerte de un ser querido.
Están también
las dificultades económicas causadas por sistemas perversos, basados “en el
fetichismo del dinero y en la dictadura de una economía sin rostro y sin un
objetivo verdaderamente humano” (Evangelii gaudium, 55). Esto conduce a falta
de un trabajo digno y suficiente para tantos padres de familia impotentes
frente a las necesidades de su familia, a jóvenes que transcurren días vacíos,
sin esperanza, presa fácil de la droga o
de la criminalidad.
Ante estas realidades
no podemos dejarnos anestesiar por la cultura del bienestar. Es preciso que los
gobiernos y las organizaciones internacionales promuevan los derechos de la
familia para el bien común.
Sobre ningún
tema relacionado con la familia se han tomado decisiones: simplemente se ha
reflexionado y se ha rezado. De octubre del 2014 a octubre del 2015, nos espera
una tarea entusiasmante.