Las primeras
celebraciones del Día de la Madre datan del siglo II a.C. En la mitología griega,
la diosa Rhea, hija de la Gea y Urano desposó a su hermano Cronos: de ellos
descienden seis dioses olímpicos. Cinco fueron devorados por su padre al nacer
pues, según el Oráculo, uno de ellos lo iba a derrocar. Rhea ocultó al último,
Zeus, y lo crió en secreto. Mientras Zeus crecía los sacerdotes Coribantes
hacían resonar cascabeles y címbalos para que Cronos no escuchara su llanto.
La grandeza
de la maternidad no conoce fronteras ni culturas. A lo
largo de la historia se adecuó su conmemoración a diferentes tradiciones. El moderno Día de la Madre fue creado en 1870 por Julia Ward Howe, en honor de todas las madres ¿acaso ser mamá no participa en algo del divino poder creador?
largo de la historia se adecuó su conmemoración a diferentes tradiciones. El moderno Día de la Madre fue creado en 1870 por Julia Ward Howe, en honor de todas las madres ¿acaso ser mamá no participa en algo del divino poder creador?
La
experiencia inefable de gestar una nueva vida durante nueve meses cerca del
corazón, agranda la capacidad de incondicional entrega femenina.
En el libro
"Mil soles espléndidos", Khaled Hosseini ambienta en Afganistán a una
sufrida mujer que vive la experiencia de ser madre. Como las mujeres de todo
tiempo y lugar "no puede evitar que las manos se le vayan con frecuencia
al vientre. Piensa en quien crece en su interior y la felicidad le invade como
una ráfaga de viento". El niño muere en su seno a pocas semanas de
concebido y ella propone al padre un funeral por el bebé: "No quiero
olvidarlo. No me parece bien que no se señale su pérdida de una forma
permanente". Alguien intenta consolarla: "tendrás más hijos, eres
joven". Imposible: su congoja no es abstracta, llora por un bebé concreto
que la ha hecho feliz durante un tiempo.
Las madres
que han sufrido un aborto conocen algo de esta misteriosa simbiosis física,
afectiva y espiritual cuyos efectos no se borran nunca por más que el niño no
llegue a desarrollarse más que unos pocos centímetros.
Ciertamente
el sonido de ese nuevo corazoncito en la primera imagen ecográfica tiene para
la mujer algo de la emoción de una diosa: un dulce sobresalto. La paciencia con
las molestias del embarazo ¿qué es sino participación de la eternidad del
Olimpo? Los estados emocionales por los que una madre transita en las horas del
alumbramiento ¿no asemejan a un éxtasis a la vez doloroso y feliz?
La explosión
de alegría ante el primer llanto recuerda el sonar de címbalos y cascabeles de
los Coribantes mitológicos no para ocultar al niño sino para proclamar a los
cuatro vientos: ¡nos ha nacido un hijo!