por Mary Carmen Creuheras
Publicado en http://formasfamilia.com el mayo 18, 2013
Desde hace mucho
tiempo, y en todos los niveles sociales, se ve con mayor frecuencia parejas que
se divorcian. Las razones son interminables, y se cree, de manera errónea, que
el divorcio esel remedio para los problemas matrimoniales.
Todos hemos tenido
algún amigo, o pariente cercano que ha tomado la decisión de divorciarse, y
algunos años después de la separación, no se han podido recuperar de la pérdida
y la añoranza de que a lo mejor hubiera sido mejor no hacerlo. Hay otras
personas que alimentan el rencor, sin haber logrado digerir esa pérdida y sin
haber buscando el perdón y el olvido.
Lo que se ha vivido
permanece. Nunca se puede borrar, y a pesar de pensar que se ha terminado con
el matrimonio, la realidad es que esa persona siempre seguirá formando parte de
nuestra vida, sobre todo si ha habido hijos en común.
Es necesario encarar
los problemas a los que se deben enfrentar la pareja al momento que deciden
separarse. El tiempo no resuelve los problemas por sí solo, ni corrige
diferencias o lesiones. La voluntad de hacerlo, encarando las situaciones
que se presentan, por difíciles que parezcan, tienen mucha más oportunidad de
hacerlo.
Hay sentimientos de
pérdida de uno mismo, provocados por la soledad que produce la dolorosa
experiencia de un compromiso frustrado. La responsabilidad de asumir la
formación de los hijos sin el apoyo del otro. La inminente disparidad en
su desarrollo y formación.
El matrimonio es un
buscar día a día nuevas razones de coexistir. Es aceptar al otro