Dos semanas de atraso, solo dos personas saben, mi marido y mi mejor amiga, nadie sospecha... pero tengo que dejarme de pavadas y hacer el test. Lo compro la noche anterior, tarde. Esa mañana espero a estar sola y lo hago. Cada segundo vale como por 10 minutos y entonces...¡salen las dos rayitas! y junto a ellas una sonrisa enorme de "¡Yo sabía!" y lágrimas y festejos solitarios dignos de llevarme a un loquero.
¿Cuál será la manera más romántica de decirle al padre? ¿Y la más dulce de decirle a mi madre? ¡Chau romanticismos y dulzuras! Agarro el teléfono y así a los gritos doy la noticia, todos gritamos en el teléfono y me visto para ir a trabajar muy, muy, muy feliz.
Un par de semanas
después ya me había hecho la idea de ser mamá. Los que sabían estaban chochos y
nosotros explotábamos de felicidad. Entonces tuvimos la primera ecografía... la
que te cambia la vida para siempre. Porque te sentís llena de amor cuando lo
ves ahí, chiquitititio como una lenteja y te das cuenta que es un milagro. Y
entonces le escuchás el corazón por primera vez y (tan solo de acordarme se me
eriza la piel) ¡Cómo puede tener esa fuerza el corazón de un ser tan
chiquitito! Y ahí nos dimos cuenta, caímos en la realidad: nuestras vidas nunca
iban a volver a ser lo mismo.
Así pasan los días y una se va familiarizando con los
cambios en el cuerpo y los otros cambios, que no son menores, porque realmente
que es como si te dieran lentes nuevos y pasaras a ver la vida distinta, con
otros colores, con otras intenciones, con otra perspectiva. Dejás de ver el
calendario con meses y empezás a verlo por semanas. Interrogás a todas las
mujeres de la familia y sí, te da el impulso de comprar todos los libros y
revistas de maternidad existentes. Y te mirás la panza pensando ¿Cuándo irá a
crecer?
Y en nuestro caso tuvimos que pasar por "una prueba
más", que quiero compartir, no porque pase en todos los embarazos pero sí
porque a muchas mamás les pasa y es lindo saber que todo va a estar bien.
Entrada la semana nueve un día me levanto para ir a trabajar
y tengo una pequeña pérdida. Fuimos volando al hospital y me atendió la
ginecóloga de guardia. Cuando me revisó lo primero que me preguntó fue si había
intentado interrumpir el embarazo... el alma se me cayó al piso y pensé lo peor
(¡al mismo tiempo quería pegarle una cachetada por su pregunta!). Tras un par
de horas de espera me hicieron una eco y ahí estaba, todo en su lugar y la
lentejita que ya era más como del tamaño de una aceituna con su corazón fuerte
latiendo... ¡el regalo más hermoso de Dios! Finalmente la pérdida se debió a un
problema de compatibilidad entre mi tipo de sangre y el tipo de sangre del
bebé, que se solucionó con un inyectable y unos días de reposo. Mientras
esperábamos en la salita de emergencias rezaba y pensaba en las mujeres que
realmente "elijen interrumpir" su embarazo... ¿Les darán antes la
oportunidad de escuchar los latidos dulces y fuertes de su hijo?
Finalmente todo sigue viento en popa. Algunos pantalones no
me prenden y por el momento no tuve "antojos". El sueño atroz se va
pasando a medida que la panza crece muuuy de a poquito. Y si se deja ver en dos
semanas vamos a saber el sexo y empezar a pensar en los nombres.
Gracias al IUFF por dejar contar esta "mini
historia". Espero que ayude a algunos papás nuevos como nosotros. Lo que
puedo asegurar es que en el Curso de Novios del IUFF aprendimos muchas cosas
que reafirmamos hoy con esta experiencia y así somos cada vez más fuertes como
matrimonio y como familia.