“Me gusta salir con amigos y mi esposa: escuchamos música de los 70 y 80, bailar como veinteañeros: lo pasamos bien. Pero… salir solos con mi esposa... siento que la quiero, pero tomar un café solos... ¿de qué hablamos? Ya no tenemos nada que decirnos."
Ésta o expresiones similares revelan un lento pero inexorable deterioro en la comunicación.
La simple conversación ayuda a pasar el tiempo: se intercambian ideas y opiniones. La comunicación verdadera es la que conduce a compartir son sentimientos íntimos. Conversar es fácil, comunicarse de verdad, muy difícil. Y es precisamente lo que necesita un matrimonio para crecer o para salir de mini crisis.
Un matrimonio que sólo conversa, se entretiene con ideas pero no entra en común unión porque las ideas no comprometen, no identifican tanto como los sentimientos. Las ideas se pueden rebatir, los sentimientos no. La buena comunicación deja al desnudo muestra intimidad, deja expuesto el núcleo personal. Si en una conversación no se aceptan las ideas del otro, no se sufre. Pero si en una comunicación no se acogen los sentimientos expresados, duele mucho, es como una puñalada que introduce la desconfianza.
Comunicar los sentimientos es para el amor lo que la sangre es para el cuerpo. Cuando la sangre no fluye más, el cuerpo muere. Si la comunicación desaparece, el amor enferma y nacen resentimientos. Restablecer el diálogo puede devolver la vida a una relación mortecina. Se empieza