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8.3.23

Matrimonio: no basta con quererse, hay que saber decirlo.



“Me gusta salir con amigos y mi esposa: escuchamos música de los 70 y 80, bailar como veinteañeros: lo pasamos bien. Pero…  salir solos con mi esposa... siento que la quiero, pero tomar un café solos... ¿de qué hablamos? Ya no tenemos nada que decirnos." 

 
Ésta o expresiones similares revelan un lento pero inexorable deterioro en la comunicación.
La simple conversación ayuda a pasar el tiempo: se intercambian ideas y opiniones. La comunicación verdadera es la que conduce a compartir son sentimientos íntimos. Conversar es fácil, comunicarse de verdad, muy difícil. Y es precisamente lo que necesita un matrimonio para crecer o para salir de mini crisis.

Un matrimonio que sólo conversa, se entretiene con ideas pero no entra en común unión porque las ideas no comprometen, no identifican tanto como los sentimientos. Las ideas se pueden rebatir, los sentimientos no. La buena comunicación deja al desnudo muestra intimidad, deja expuesto el núcleo personal. Si en una conversación no se aceptan las ideas del otro, no se sufre. Pero si en una comunicación no se acogen los sentimientos expresados, duele mucho, es como una puñalada que introduce la desconfianza.
 
Comunicar los sentimientos es para el amor lo que la sangre es para el cuerpo. Cuando la sangre no fluye más, el cuerpo muere. Si la comunicación desaparece, el amor enferma y nacen resentimientos. Restablecer el diálogo puede devolver la vida a una relación mortecina. Se empieza
de a poco utilizando “mensajes yo": "me sentí mal... experimenté enojo... estuve a disgusto". Hay que evitar los “mensajes tú": "eres una desconsiderada, eres un desagradecido..." porque señalar las culpas del otro es aumentar las dificultades. En vez de decir: "eres un desgraciado...", facilita el expresar: "me siento muy mal, con lo que sucedió anoche... no entendí tu postura".

También es importante utilizar más el plural: "veamos cómo superar tal punto... qué te parece si hacemos tal cosa, me sentí muy feliz al verte jugar con nuestro hijo".

La comunicación dialógica eficaz se realiza no solo con palabras; cuentan también los gestos, las posturas e incluso con silencios sonrientes.

"Yo creía tener una comunicación plena hasta que me di cuenta de que estaba en un extremo de la línea contestando "sí, qué bien, qué mal, de acuerdo, pero sin compartir ni participar verdaderamente en nada".

Esta confesión de un padre de familia, hace pensar. Ciertamente no se puede estar continuamente hablando de cosas íntimas y profundas, pero tampoco se debe basar la vida familiar en conversaciones superficiales. No nos quedemos en no herir los sentimientos del otro: nos estancaríamos en el aspecto emotivo. Hay que atender a los sentimientos íntimos, darles salida y un nombre: es cierto. Pero no menos necesario es elevarse sobre lo puramente afectivo y ahondar en el amor generoso, olvidado de sí por entregarse al otro.

Como el matrimonio y la familia son negocios en el que hay que invertir para ganar, compensa grandemente invertir en mejorar la comunicación.

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