Me gusta saludar a las parejas que celebran sus cincuenta años, sus veinticinco años de matrimonio, comentó el Papa Francisco recientemente.
Una vez, hubo una pareja que celebraba los sesenta años. Pero eran jóvenes, porque se habían casado a los dieciocho años, como en aquella época. En aquella época uno se casaba joven. Hoy, para que se case un hijo… ¡pobres madres! Pero la receta es clara: no les planchéis las camisas, así se casará pronto ¿o no?
Me encuentro con esta pareja, y me miran… Dije: “¡Sesenta años! ¿Pero todavía tenéis el mismo amor? “. Y ellos, que me miraban, se miraron, luego volvieron a mirarme, y vi que tenían los ojos húmedos. Y ambos me dijeron: “Estamos enamorados”. Nunca lo olvido: “Después de sesenta años, estamos enamorados”.El calor de la familia que crece, el amor que no es un amor de novela. Es un amor verdadero. Estar enamorados toda la vida, con tantos problemas que están ahí… Pero estar enamorados.
Luego, otra cosa que pregunto a los cónyuges, que celebran los cincuenta o los sesenta años: “¿Quién de vosotros ha tenido más paciencia?”. Es matemático; la respuesta es: “Los dos”. ¡Es hermoso! Esto indica una vida en común, una vida de dos. Esa paciencia de soportarse mutuamente.
Y luego, a los recién casados que me dicen: “Estamos casados desde hace un mes, dos meses…”, la pregunta que hago es: “¿Habéis reñido?”. Generalmente dicen: “Sí”. “Ah, está bien, esto es importante. Pero también es importante no terminar el día sin hacer las paces”. Por favor, enseñad esto: Es normal que discuta, porque somos personas libres, y si hay algún problema, hay que aclararlo. Pero no terminéis el día sin hacer las paces. ¿Por qué? Porque la “guerra fría” del día siguiente es muy peligrosa.
Con estas tres anécdotas, quería introducir lo que me gustaría deciros. La vida familiar: es un sacrificio, pero es un buen sacrificio. El amor es como hacer pasta: todos los días. El amor en el matrimonio es un desafío, para el hombre y para la mujer. ¿Cuál es el mayor desafío del hombre? Hacer más mujer a su esposa. Más mujer, que crezca como mujer. ¿Y cuál es el desafío de la mujer? Hacer que su marido sea más hombre. Y entonces ambos avanzan. Siguen adelante.
Otra cosa que ayuda mucho a la vida matrimonial es la paciencia: saber esperar.
En la vida hay situaciones de crisis (crisis fuertes, crisis negativas) en las que incluso se llega a la infidelidad. Cuando el problema no se puede resolver en ese momento, se necesita esa paciencia del amor que espera, que espera. Tantas mujeres -porque es más propio de la mujer que del hombre, pero también el hombre lo hace a veces- muchas mujeres en silencio han esperado, mirando hacia otro lado, esperando que el marido regresase a la fidelidad.
Y esto es santidad. La santidad que perdona todo, porque ama. La paciencia. Mucha paciencia, el uno con el otro. Si uno está nervioso y grita, no respondas con otro grito… Cállate, deja pasar la tormenta y luego, en el momento adecuado, habla.
Hay tres palabras que son palabras mágicas, pero palabras importantes en el matrimonio. Antes que nada, “Permiso”: No ser prepotente con el otro. “¿Puedo?”. Ese respeto del uno por el otro. Segunda palabra: “Perdona”. Disculparse es algo que es tan importante, ¡es tan importante! Todos nos equivocamos en la vida, todos. “Perdona, hice esto…”, “Perdona, me he olvidado…” Y esto ayuda a seguir. Ayuda a continuar con la familia, la capacidad de disculparse. Es verdad, disculparse siempre implica un poco de vergüenza, ¡pero es una vergüenza santa! “Perdona, me he olvidado…” Es algo que ayuda mucho a ir adelante. Y la tercera palabra: “Gracias”. Tener la grandeza de corazón para agradecer siempre.
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