El matrimonio
perfecto no existe, el enamoramiento no dura eternamente: hay que alimentarlo
día a día. Hay momentos cruciales de la vida humana que repercuten en los dos,
y aunque algunas crisis son inevitables, un matrimonio con una convivencia
satisfactoria y una vida en común madura y estable, puede salir airosa de casi
cualquier situación.
Una gran
parte de las parejas se casan no superan el primer año de matrimonio sin la
aparición de cierta crisis. Algunos la llaman la crisis del desencanto. No se pierde el encanto por el otro ni disminuye
el enamoramiento. Pero si no habían convivido antes de contraer matrimonio, los
días de estar juntos de la mañana a la noche estaban temporalmente limitados. Cada
uno en casa de sus padres, la relación funcionaba bien y se dedicaban a la
conquista del otro.
Pasado el
tiempo de la conquista hay que establecerse en la convivencia y eso es y exige
otra cosa. La ignorancia y la inmadurez suelen ser las causas más comunes de
estas pequeñas crisis
iniciales, pero hay otros muchos factores que también
intervienen. Así, por ejemplo, el “ideal” de matrimonio y familia que tenga
cada uno y el modelo de familia por el que quieren optar.
Cada cónyuge
aporta al matrimonio su visión personal de la familia, la «visión» que adquirió
en su familia de origen. Por eso, hombre y mujer además de constituir una nueva
familia lo que sucede es que al casarse,
ha de producirse una relativa fusión de dos modelos implícitos de familia, que
pueden coincidir, parcial o totalmente, o no coincidir en nada. Estos modelos implícitos que llevan en sus
mentes se trasladan con cada uno de ellos a la nueva familia que están
formando.
Este ajuste y
reajuste no resulta una tarea sencilla y es cuando puede surgir el desencanto:
no es tan fácil como uno se había imaginado. Lleva su tiempo, supone mucha
comunicación empática y asertiva, mucho ceder cada uno lo suyo.
Este primer
año de matrimonio es de vital importancia. De cómo se resuelva este pequeño conflicto
van a dependen las futuras relaciones entre
ellos lo que podría llegar condicionar su permanencia y estabilidad.
En este
primer año hay que señalar bien los límites con las familias políticas de
ambos. Han de aprender a defender su intimidad
con todas sus fuerzas. De lo contrario los conflictos emergerán y se añadirán a
la crisis del desencanto. Por sí misma dura poco y es muy llevadera. Ayuda a
afirmar el amor, el compromiso y a hacer nacer un “nosotros” fuerte y de gran
futuro.
Las crisis en
el matrimonio no son ni buenas ni malas; simplemente son y se dan. Por lo general, se gestan por un cúmulo de
conflictos no sueltos, que se han ido amontonando con el tiempo y suelen
hacerse más patentes y explícitos en momentos o situaciones un tanto
especiales.
En muchas
ocasiones constituyen apenas un alto en el camino de la pareja, un momento para
detenerse y madurar que, de resolverse bien, pueden contribuir al
fortalecimiento del compromiso. Otras veces las crisis sobrevienen de forma súbita y se extinguen y desaparecen
con la misma prisa con que llegaron.
Algunas de
estas crisis en el matrimonio van precedidas por las crisis personales de uno
de los cónyuges o de ambos. Es conveniente, entonces, bucear y prestar una
mayor atención al origen de esas crisis personal es, a fin de resolver la
crisis conyugal que deriva de aquellas.