Al formular el compromiso
matrimonial decimos: "Prometo serte fiel, amarte y respetarte, en la alegría y
en el dolor, en la salud y en la enfermedad, y de honrarte y amarte todos los
días de nuestra vida". En ese momento no sabemos qué nos sucederá, cuáles serán
las alegrías y las tristezas que nos esperan, qué aventuras e imprevistos
tendrá “nuestro” safari vital.
Lo iniciamos tomados de las
manos, el amor romántico a flor de piel y la sonrisa en los labios y en el
corazón. No hacemos caso de la cultura de lo provisorio que nos quiere hacer creer que nuestro amor y nuestro compromiso
también lo son.
Al casarnos no somos
tontamente ingenuos: sabemos que habrá dificultades, situaciones problemáticas pero
asumimos nuestra responsabilidad conjunta de intentar superarlas sin huir ni
aislarnos, sin renunciar a la misión de formar una familia y traer hijos al
mundo. ¡Claro que no es fácil!