Es fácil conversar, es muy difícil
comunicarse de verdad.
Cuando oímos estas expresiones como: “ya no tenemos nada que decirnos...me da miedo salir solo con mi marido/mujer... siento que lo/la quiero, pero eso de estar frente a frente... se casaron los hijos, el nido está vacío, para qué seguir juntos...”
(continuará con algunos factores dificultan la comunicación)
La comunicación es muy
diferente de la conversación: es poner en común lo más valioso, la propia
intimidad lo cual compromete y hace correr riesgos, pero cuando es
verdadera y recíproca, enriquece mientras la simple conversación sólo
entretiene. Esta es la diferencia fundamental si miramos el resultado:
una cosa es hacer pasar el tiempo, y otra es hacer sentir más feliz a la
persona, entregarle las propias riquezas interiores, alimentando su amor.
Comunicarse es amar de
verdad porque regala la propia intimidad que esla riqueza de la persona, su
originalidad. Sólo quien se comunica en profundidad, ama. No hay
recetas mágicas para las dificultades de la vida, pero sí hay maneras en que la
carga puede ser más ligera.
Los contenidos de una verdadera comunicación son todas aquellas cosas que están dentro de nosotros, en nuestro mundo íntimo: sentimientos, emociones, penas, alegrías, tristezas, desconciertos, dudas, miedos. Cuando uno abre su interior a otro, debe tener conciencia de que corre el “riesgo” de no ser acogido como quisiera y, por lo tanto, una comunicación verdadera no se puede realizar con cualquiera, en cualquier momento. No puede exponerse imprudentemente al riesgo de sufrir un rechazo o una incomprensión.
Los contenidos de una verdadera comunicación son todas aquellas cosas que están dentro de nosotros, en nuestro mundo íntimo: sentimientos, emociones, penas, alegrías, tristezas, desconciertos, dudas, miedos. Cuando uno abre su interior a otro, debe tener conciencia de que corre el “riesgo” de no ser acogido como quisiera y, por lo tanto, una comunicación verdadera no se puede realizar con cualquiera, en cualquier momento. No puede exponerse imprudentemente al riesgo de sufrir un rechazo o una incomprensión.
Los contenidos de una simple conversación,
son las cosas que suceden de fuera de nosotros. En la conversación expresamos
ideas, relatos, juicios, razones, explicaciones. Una conversación puede ser muy
interesante, puede durar horas, puede ser entretenidísima, pero no revela ni
regala la propia intimidad, o si lo hace, lo hace fugazmente, como quien no
quiere y se le escapa una emoción personal.
Lo conversado es algo que otros
también podrían relatar, explicar.
Lo comunicado, por el
contrario, es algo que sólo el interesado -quien lo experimenta- puede
revelar
y transmitir. Es su “sentir”, su vivencia personalísima, original, irrepetible.
Un matrimonio que sabe comunicarse, se enriquece y fortalece a
su familia. Un matrimonio que sólo
conversa, seguramente se “entretiene”, pero entran muy poco en comunión.
En resumen: se comunican sentimientos íntimos; y se conversan ideas y opiniones. Las ideas
no comprometen tanto, no identifican tanto como los sentimientos. Las ideas se
pueden rebatir. Los sentimientos, por el contrario, son irrebatibles, me
desnudan psicológicamente, muestran mi persona. Si no se aceptan mis ideas en
una conversación, no se sufre nada; pero si en una comunicación no se me acoge
mi sentimiento, se sufre mucho, es como una traición, una puñalada, e introduce
la desconfianza, el temor de quedar herido, y esa persona se cierra.
Cuando oímos estas expresiones como: “ya no tenemos nada que decirnos...me da miedo salir solo con mi marido/mujer... siento que lo/la quiero, pero eso de estar frente a frente... se casaron los hijos, el nido está vacío, para qué seguir juntos...”
Este tipo de frases revelan un lento pero inexorable fracaso en la verdadera comunicación que
puede revertirse y prevenirse.
(continuará con algunos factores dificultan la comunicación)