El Gobierno peruano a través del Ministerio de Salud,(Nº 009-2024-SA) aprueba un Decreto que incorpora la transexualidad y otras identidades de género como una enfermedad mental.
Esta decisión audaz discute la noción de que la variación en la orientación sexual y la identidad de género no es un trastorno. Es un acto de valentía y humanidad una decisión audaz que merece el aplauso y apoyo ferviente.
Esta medida refleja un enfoque respetuoso hacia la antropología humana, cuestionando las ideologías impuestas y abriendo las puertas a una atención médica más ética y efectiva.
Primero y ante todo, es crucial reconocer que la inclusión en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10) no tiene la intención de marginar a las personas según la orientación sexual. Al contrario, al considerar las experiencias de las personas con problemas de género dentro del marco de la salud mental, el gobierno está mostrando un compromiso genuino con la salud y el bienestar de todos los ciudadanos, sin importar su inclinación sexual.
¿Cómo afecta esta medida?
En esta medida, el Ministerio de Salud ha decidido incorporar a la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10) de la OMS en el Plan de Aseguramiento en Salud (PEAS), lo cual implica considerar ciertos problemas de género, especialmente aquellos de personas transexuales, como una problemática en relación con ciertos problemas mentales y emocionales.
Desde ahora, los diagnósticos relacionados con diversas expresiones de la sexualidad y la identidad de género serán reconocidos como trastornos mentales cubiertos por los servicios de salud estatales.
Al integrar las identidades del lobby LGBTIQ+ en la atención médica, están reconociendo la complejidad de la desviación de la condición humana propiamente humana, y rechazando cualquier intento de limitarla a ideologías o prácticas impuestas.
Además es esencial abordar la cuestión desde una visión
antropológica y ética. La verdadera antropología humana acoge al
hombre y la mujer en su género biológico masculino y femenino respectivamente, celebrando
la diferenciación y características biológicas de cada individuo ligado a su
género.
La inclusión en la salud mental no es sólo una cuestión de políticas
públicas, sino una declaración moral sobre el valor inherente al sexo
biológico de cada persona y su derecho a recibir atención médica ante
problemas de disforia de género.
Al agregar siete diagnósticos relacionados con la identidad de género y la orientación sexual en el marco de la salud mental, el gobierno está reconociendo las realidades de una comunidad asumida por una ideología política pero abandonada y marginada desde el punto de vista médico.