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3.3.18

Cerebro y redes sociales

El progreso de la tecnología es imparable. Bien utilizado resulta magnífico. Sin embargo hay que saber el ambiente cibernético, tan líquido erosiona reglas conocidas y definidas hasta ahora del buen vivir y del ser persona. No sabemos qué efectos tendrá en el futuro de los jóvenes.

La era digital cambia drásticamente nuestro modo de sentir y comportarnos. El continuo flujo de información genera cansancio y ansiedad. Esto, unido a una vida frenética llena de estrés, contribuye a hacer más lentos los procesos decisorios. 

La única solución es frenar, pasar del always on (siempre on line) al sometimes on (algunas veces on line). De lo contrario, se resentirán nuestra vida, nuestras relaciones, el trato humano. Sin caer en alarmismos, hay que frenar y reordenar nuestra vida para ser realmente dueños de las propias decisiones.

Sean Parker, primer presidente de Facebook ha declarado en una conferencia organizada por Axios en el National Constitution Center de Filadelfia (USA), que "Facebook se aprovecha de la psicología humana y sólo Dios sabe lo que le está haciendo al cerebro de nuestros hijos".

Las emociones y la capacidad de análisis pasan y se forman cada vez más a través de una sociedad digital que se desarrolla, valora e interactúa dentro de los confines de las redes sociales. Es preocupante ya que éstas aprovechan la vulnerabilidad de la psicología humana para crear una fuerte dependencia a través del mecanismo de "Me gusta", "Comentar" y "Compartir".

Ejemplo típico de ese condicionamiento de las redes sociales es el de las "dobles marcas" azules de Whatsapp. Quién de nosotros no ha exclamado alguna vez: "ha visto mi mensaje ¡pero no me contesta!".

Sean Parker da en el blanco: las redes sociales nos empujan continuamente a buscar la aprobación social de los contactos virtuales. Queremos tener consenso, ser compartidos, porque eso genera placer y autogratificación. No es exagerado afirmar que las redes sociales crean dependencia y condicionan diariamente nuestro humor. El cerebro recibe tal cantidad de información que lo ralentiza y esto hace más lenta la capacidad de tomar decisiones inmediatas.

Según los investigadores de la Facultad de Medicina de Shanghai, los efectos de la red pueden ser mucho más graves de los señalados por Sean Parker: en el cerebro de los adictos a Internet hay una cantidad anormal de materia blanca, de los haces de fibra nerviosa revestidos de mielina que garantizan el enlace entre el encéfalo y la médula espinal, áreas encargadas de la atención, el control y las funciones ejecutivas.

Las nuevas generaciones si frecuentan con asiduidad las redes sociales tienen un cerebro diferente al de los que no las usan: no consiguen concentrarse fácilmente, no son capaces de diferenciar lo que es verdadero de lo que no lo es. Quienes frecuentan con asiduidad las redes sociales tienen un cerebro diferente de los que las usan con moderación. Las redes y sus efectos se parecen cada vez más a los de las sustancias estupefacientes.

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