
Se dan casos, pocos, en los que la separación ha sido amistosa y quizá los padres deciden unirse para celebrar las fiestas pensando en el bien de los más chicos. Sin embargo, la
cautela no está de más ya que los niños pueden crearse falsas expectativas y pensar que papá y mamá van a volver a vivir juntos, cosa que, en el fondo, desean.

Cada familia tiene tradiciones propias de estas fiestas y los hijos relacionan determinada actividad con su papá o su mamá: la cena de Nochebuena en casa de los abuelos paternos, la apertura de los regalos con mamá o la cena de fin de año en casa de la abuela materna. En ocasiones, romper esos rituales puede ser positivo si las circunstancias y relaciones han cambiado: el factor sorpresa puede alegrar más de un corazón agrietado.

Macías aconseja no comparar los rituales de una familia con los de la otra, evitar comentarios inapropiados pues los hijos sufren al oír hablar mal sobre alguien tan querido para ellos como su papá o su mamá. En esta fecha los niños están más sensibles y receptivos.