El matrimonio parece que fuera una elección de un grupo reducido o algo de poco valor. Sin embargo si el hombre se mira a sí mismo, se da cuenta de poseer en sí un gran deseo de amar a otra persona totalmente, de ser feliz y hacer feliz a otra persona. Tenemos un deseo de donarnos integralmente porque sabemos que el amor o es total o no existe. El amor pide la
eternidad, la perfección del don. Pero
¿por qué tenemos este gran deseo? ¿Y por qué parece imposible cumplirlo en
nuestros días?
En gran
parte, porque no sabemos comunicarnos adecuadamente, en especial cuando desaparece
el amor romántico. Cuando
hombres y mujeres son capaces de respetar y aceptar sus diferencias, el amor
tiene la gran oportunidad de dar flores y
frutos.
No
solemos ser conscientes de que una de las grandes diferencias entre los dos
sexos es el modo de enfrentar el estrés, el cotidiano y normal y el que
sobreviene en épocas de mayor trabajo o cansancio.
¿Qué
suelen hacer los hombres? Concentrarse en sí mismos para buscar en solitario
soluciones,
¿Qué
suelen hacer las mujeres? Hablar, hablar y hablar.
Desconocer
esta sencilla y común reacción puede crear fricciones innecesarias.
Una
mujer estresada no se preocupa, en primera instancia, de encontrar soluciones a
las causas que lo provocan, sino que busca alivio rápido expresándolo y lo
encuentra cuando se siente escuchada. Pero… el varón puede creer que, cuando la
mujer le habla de sus problemas, le está echando indirectamente a culpa ¡y no
es así!